miércoles, 18 de marzo de 2015

Porque la vida no está echa para cobardes. Es un sobrevivir continuo.

Cuando me siento perdida me ayuda pensar que es cosa de mi mente, que estoy alejada de la realidad y la percepción con la que me veo, que no soy objetiva. Que si hay gente que ha estado peor y lo ha superado, yo también puedo. Me ayuda pensar en el caso de mi madre, si ella estuvo al borde de la muerte en un pasado y a día de hoy lo ha superado, entonces, yo también puedo. Aún me queda esperanza. Algún día, mi vida ya no será una lucha constante contra el dolor, simplemente será un poco más llevadero. Porque al fin y al cabo son esos pequeños detalles bonitos los que nos salvan, que quizás no me mantenga la sonrisa para siempre pero si evitan caerme y hundirme. No soy el puto ombligo del mundo, no solo estoy yo y mi tristeza; Al menos, si no lucho por mi, que sea por la gente que me quiere y no quiere verme caer. Sé que algún día, en algún futuro (ya sea lejano o cercano) echaré un vistazo en los recuerdos más dolorosos de mi memoria y sonreiré por haberlos superado, porque sí, es cierto... He perdido muchísimas cosas a causa del dolor, entre esas cosas, perdí a una persona que amé con todas mis fuerzas y el cual dejó un vacío en mi vida que nadie ha podido llenar, se alejaron de mí amistades que creía que eran de toda la vida... ¿Pero qué coño puedo hacer? No era consciente de mis actos, no puedo culparme ni martirizarme tanto. Quizás deberían haber empatizado más, pero por lo visto solo sabe empatizar la gente que sufre más. El caso es que me han dado una buena lección. NO OS DESESPERÉIS CUANDO UNA PUERTA SE CIERRA, PORQUE PASE EL TIEMPO QUE PASE, MÁS ADELANTE SE ABRIRÁN OTRAS MIL Y MEJORES O DISTINTAS. Todo es cuestión de ir tirando, sobrevivir y esperar a que llegue ese día en la que la calma invada de nuevo mi vida. Prometo que llegará ese día, moveré cielo y tierra para que así sea.


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