No puedo renunciar a tí, por el echo de tus ojos, sí, esos ojos maravillosos. Ese brillo que tiene cuando me mira, esa mirada que tienes y la clavas en la mía, esa mirada que puede decir mucho más que mil palabras, esa mirada que es poesía, esa misma, esa que me hipnotiza. No puedo renunciar por el echo de tus labios, esos labios rojizos, húmedos y carnosos que tienes, esos que me besan la frente cada mañana que despierto a tu lado, esos con los que cada articulación que hace o cuando hablas, me hacen babear. No puedo renunciar a tí por el echo de despertarme cada mañana y darme cuenta de que me observabas fijamente durmiendo y sonreir, no puedo renunciar a esos desayunos con tostadas que me preparas y me llevas a la cama. No puedo renunciar a tu cama ni a tus sabanas que huelen a nosotros, a noches y tardes de desenfreno, o simplemente, esas tardes en las que veíamos películas romanticonas juntos. No puedo renunciar a una persona tan maravillosa como tú.
Te amo.
Priscila.
No hay comentarios:
Publicar un comentario